A veces, para expresar una idea, los físicos han imaginado un ser con capacidades sobrehumanas pero no sobrenaturales, es decir, capacidades superiores a la de cualquier persona pero que no violan ninguna ley fundamental de la Naturaleza. A estos seres se les suele llamar demonios, a pesar de que no tienen ninguna mala intención.
El primer demonio de renombre es el demonio de Laplace. El físico y matemático francés Laplace fue una de las principales figuras en el desarrollo de la mecánica creada por Newton. Estaba convencido de que todos, absolutamente todos los fenómenos de la naturaleza, incluido el comportamiento humano, obedecían las leyes de Newton y podían explicarse y predecirse a partir de ellas.
Esta visión del mundo tenía una consecuencia inmediata: si uno conoce la velocidad y posición de las partículas de un sistema y es capaz de resolver las ecuaciones matemáticas de Newton, puede predecir con toda exactitud el comportamiento del sistema en cualquier tiempo futuro. Así ocurría, por ejemplo, con el movimiento de los planetas, lo que nos permite predecir los eclipses y cualquier otro fenómeno astronómico dentro del sistema solar.
En otras palabras, el mundo, si obedeciera las leyes de Newton, sería completamente determinista. Para expresar esta idea de forma más gráfica, Laplace imaginó un demonio, capaz de conocer la posición y velocidad de todas las partículas del Universo en un momento dado, y capaz también de resolver las ecuaciones de Newton del Universo. Un demonio con estas capacidades (sobrehumanas pero no sobrenaturales) conocería el devenir de todo lo que existe, conocería el más leve movimiento de cualquier cosa o persona que viviera en los próximos cien mil millones de años.
Da igual que un demonio así no exista. Lo importante es que puede existir. Y si puede existir y conocer lo que vamos a comer en nuestro próximo cumpleaños, esa comida está ya decidida, y nuestra sensación de que podemos elegir el menú el día antes e incluso cambiar de opinión en el último segundo, esa sensación es pura ilusión. Todo está escrito. Determinismo, fatalismo. Ésa es la moraleja del demonio de Laplace.
La ciencia moderna nos ha proporcionado dos salidas a semejante panorama. La primera es la Mecánica Cuántica, que admite la presencia del azar en la Naturaleza. La segunda es la teoría del caos, que demuestra que, aunque las ecuaciones de Newton determinen el futuro, es imposible resolverlas con precisión. Sin embargo, estas dos salidas no están aún muy claras. El papel del azar dentro de la Mecánica Cuántica es un problema no resuelto del todo y tampoco hay acuerdo que el caos suprima el determinismo que subyace en las ecuaciones de Newton.
Ahora, qué nos dice WIKIPEDIA:
Pierre-Simon Laplace (Beaumont-en-Auge (Normandía); 23 de marzo de 1749 - París; 5 de marzo de 1827) astrónomo, físico y matemático francés que inventó y desarrolló la Transformada de Laplace y la ecuación de Laplace. Fue un creyente del determinismo causal.
En 1799 fue nombrado ministro del interior bajo el Consulado. Napoléon I, en 1806 le confiere el título de conde del Imperio. Será nombrado marqués en 1817, después de la restauración de los Borbones.
Es recordado como uno de los máximos científicos de todos los tiempos, a veces referido como el Newton francés o Newton de Francia, con unas fenomenales facultades matemática no poseídas por ninguno de sus contemporáneos.
Su obra más importante, Mecánica celeste, es un compendio de toda la astronomía de su época, enfocada de modo totalmente analítico.
Laplace creó una curiosa fórmula para expresar la probabilidad de que el Sol saliera por el horizonte. Él decía que la probabilidad era de (d + 1) / (d + 2), donde d es el número de días que el sol ha salido en el pasado. Laplace decía que esta fórmula, que era conocida como la Regla de Sucesión (de Laplace), podía aplicarse en todos los casos donde no sabemos nada, o donde lo que conocíamos fue cambiado por lo que no. Aún es usada como un estimador de la probabilidad de un evento, si sabemos el lugar del evento, pero sólo tenemos muy pocas muestras de él.
Laplace creía fuertemente en el determinismo causal, tal como puede apreciarse en la siguiente cita:
Podemos mirar el estado presente del universo como el efecto del pasado y la causa de su futuro. Se podría condensar un intelecto que en cualquier momento dado sabría todas las fuerzas que animan la naturaleza y las posiciones de los seres que la componen, si este intelecto fuera lo suficientemente vasto para someter los datos al análisis, podría condensar en una simple fórmula de movimiento de los grandes cuerpos del universo y del átomo más ligero; para tal intelecto nada podría ser incierto y el futuro así como el pasado estarían frente sus ojos.
Este intelecto se refiere al demonio de Laplace (cf. demonio de Maxwell). Los descubrimientos de la física moderna, especialmente la Física Cuántica y el principio de incertidumbre prueban que la existencia de tal intelecto es imposible al menos en principio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario