Después del big bang vino el desorden y del desorden surgió la vida. O quizás fue como sostiene la Biblia y en el inicio de todo vino Dios, chasqueó sus dedos y se hizo la luz. Y tras seis días, vio que lo hecho era bueno y descansó. De todos los misterios que nos rodean, quizás no hay ninguno más apasionante que el de la creación. Nos acompaña prácticamente desde que tomamos conciencia de que habitamos este tercer planeta del sistema solar, hasta que terminan nuestros días.
“Los niños”, sostiene Igor Saavedra, “son quienes mejor demuestran esta gran duda existencial. Es cosa de pensar en un pequeño de cinco o seis años, mirando el cielo y preguntándole a su papá de dónde vienen las nubes. Preguntar. El mismo acto de formular una pregunta es lo que nos mantiene vivos, nos hace buscar y es la parte fundamental del trabajo científico. De las ciencias naturales”.La ciencia es entonces la madre de todas las preguntas. Me temo que no. La cosa es al revés. La pregunta es la madre de todas las ciencias.
De dónde vengo y hacia dónde voy.
Menos trascendente aún, la pregunta básica es simplemente, ¿por qué?¿Por qué?Saavedra se ríe, luego contesta: “¿Por qué estamos acá? ¿Por qué vuelan los pájaros? ¿Por qué el universo se mueve? Qué se yo…”, enumera.La casa de Igor Saavedra (74) es un oasis en el corazón de Vitacura. Un bicho raro rodeado de colosos que elevan pisos de metal y concreto a las alturas. Como su dueño, la casa es una anomalía. Ingeniero civil electrónico de la Universidad de Chile y Doctor de Física Teórica de la Universidad de Manchester, Inglaterra, Saavedra ha dedicado su vida entera a viajar por las matemáticas en la eterna búsqueda de las preguntas más esenciales acerca del sentido de la vida en la Tierra.¿Ingeniero o físico?Ninguno de los dos. Si me pide definirme, soy un científico.Pero no un científico loco.Esas son caricaturas.Premio Nacional de Ciencias en 1981, Saavedra ha dedicado su vida y su carrera a responder los “peros” y “porqués” de lo que nos rodea. Trabaja en medio de teorías, parado en oleajes de universos en expansión. Eso, sin embargo, no lo aparta de ser un hombre con los pies en la tierra, amante de las cosas simples de la vida. Si la casa y la arquitectura más personal es capaz de hablar de quien la habita, el hogar de Igor Saavedra denuncia un profundo amor por la naturaleza, por lo verde y lo vivo.“Tengo un patio interior donde todas las mañanas bajan los pájaros a tomar agua o a posarse”, describe mientras muestra lo que parece ser el rincón favorito de su casa. Un ave de pecho rojo y rápidos aleteos se posa en el prado, picotea un par de veces y luego se eleva hasta una rama cercana.“Es una lloica”, la identifica el científico.Tiene una especie de pequeño parque interno…Es mi pequeña forma de devolver un poco de vida y verde a Santiago.En su barrio, es raro que esta casa persista.Es un hecho anómalo. Si supiera la cantidad de veces que han venido empresas inmobiliarias a ofrecerme cantidades monstruosas de plata por esta esquina. Uno se pregunta de dónde saca tanto dinero esta gente. Aparte del efectivo, te ofrecen un departamento de lujo, qué se yo…Y usted no…Cómo se le ocurre que voy a cambiar este espacio -mira a su paraíso de aves- por un departamento. Además que ustedes (como arquitectos) saben mejor que nadie que los departamentos de hoy no los hacen como antes. No puede compararse esa cosa escalonada de la otra esquina -define a un edificio “lustrín” de departamentos cercano-, con aquellas construcciones maravillosas alrededor del Parque Forestal.
Tiempos pasados siempre fueron mejores.Nada de eso, simplemente que antes los profesionales y urbanistas parecían preocuparse más del lado humano de las cosas que del económico.Otro pájaro desciende sobre la pileta de agua y picotea para tragar un par de gotas. Igor Saavedra comenta que es un gorrión y que es raro que baje uno de ellos. “Son más ariscos, violentos. Hoy no ha venido ni una sola paloma, es raro”, añade.El lenguaje de las matemáticasIgor Saavedra también es un hombre apegado a las raíces ancestrales, un hombre que ha basado mucha de su búsqueda entendiendo el yo primitivo de los hombres. Esculturas y arte indígena chileno aparecen por algunos rincones de la casa, como bajo la escalera o su propio estudio, revelando esta peculiar fascinación.“Los mapuches y los pueblos autóctonos poseen una cosmovisión tan sencilla que, al final, explica cualquier fenómeno estelar de una forma más eficiente que la más rebuscada de las matemáticas”.
¿Cuál es su relación con las matemáticas? Son mi lenguaje de trabajo.Suena curioso que hable así de las matemáticas. La mayoría de la gente cuando escucha esta palabra suele asociarla con algo frío, calculador, casi inhumano.Lo que casi es una blasfemia. Las matemáticas son antes que nada un lenguaje, una forma de habla y comunicación tan válida como el inglés o el español. Es más, posiblemente se trata del más universal de los lenguajes.Y qué nos dice el lenguaje de las matemáticas.Más que decirnos algo, nos explica el funcionamiento de las cosas. Y el origen de las mismas.Entonces son las matemáticas la respuesta a la pregunta del eterno porqué…Una de las más exactas.Hay otras.Siempre hay más formas de responder.Igor Saavedra es tranquilo. Aunque hable del motor que mueve a todo el universo y el modo en que la inquietud científica busca respuestas acerca de lo que venía antes del big bang, lo hace como si charlara acerca de la última comida a la que fue con sus amigos. En la mente del científico, las ciencias naturales parecen triviales y hasta simples. En su voz, la idea del lenguaje matemático como catalizador universal parece tan simple como elegir entre tostadas con mermelada o mantequilla al desayuno.Continuamos conversando sobre lenguajes y respuestas. De las matemáticas al sentido común y al asombro.
Saavedra se detiene en este último punto y dice que hablar con niños le ha entregado algunas de las respuestas más simples a cuestiones muy complejas.“El niño se asombra, se maravilla y desde esa perspectiva responde a sus propias dudas. Si ve en televisión o lee algo respecto de una supernova, se cuestiona automáticamente acerca de por qué explotó una estrella”.A lo que responde…Porque creció tanto que reventó como un globo.Y hay algo de científico en ello.Mucho. Es la reducción absoluta de las conclusiones a las que para el mismo fenómeno puede llegar un astrónomo. Lo que un colega tarda semanas de cálculos y teorías, un pequeño lo consigue en una sola frase. Eso es simplemente maravilloso.
La respuesta que da el asombro infantil. Usted también dijo que otras contestaciones eran conseguidas a través del sentido común. Sí, pero no en el sentido común de nuestra cultura occidental. Saavedra sostiene que lo calculador de nuestra sociedad nos hace cegarnos hacia lo extraordinario, que por esa razón nuestro sentido común nos ciega al enfrentarnos a fenómenos celestes y a la maquinaria más simple de la naturaleza.
Algo que no sucede con los pueblos aborígenes, que por su origen viven, nacen, piensan y deducen en relación directa con la naturaleza.“Hace pocos años”, relata, “junto a un grupo de colegas realizamos una experiencia en Tirúa, zona rural en la costa de la Octava Región. La idea era juntar a un grupo de científicos con sabios mapuches y ponerlos a debatir acerca de su visión del universo. El desafío de explicar los porqués de las cosas”.¿Y qué sucedió?Que todos, maestros incluidos, nos maravillamos ante la simpleza y, al mismo tiempo, grandeza de la cosmovisión mapuche. Cuando se preguntó acerca del origen del universo, mientras los científicos nos debatíamos con hipótesis muy rebuscadas, la machi participante simplemente miró al cielo y dijo “un día el universo se hizo”. Para ellos, el problema no es la creación, sino el lugar del hombre en el universo.¿Cuál sería?Coexistir con la naturaleza.Suena utópico.Más que utópico, es lo que en el fondo todos buscamos y todos erramos al hacerlo. Pensemos en Santiago, por ejemplo, una ciudad desordenada, precisamente porque en casi 500 años de historia urbana, ningún arquitecto y urbanista se ha parado firme ante el desafío de ver el lugar del santiaguino frente a su ciudad.El debate urbano está confuso.Perdido y ciego. Nos preocupamos de hacer crecer la ciudad, de perforarla con autopistas o elevarla con rascacielos, dejando de lado lo más importante, lo que hace de Santiago de Chile, una ciudad.¿…?El santiaguino. Ustedes, yo, ellos. Cada persona que camina por la calle o trepa en una micro.
ANDRÉS WEIL Y FRANCISCO ORTEGA / EQUIPO CAFOTO: �?LVARO DE LA FUEN
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