(Tomado de Viaje a Ítaca con Manolí, Blog linkeado en este blog)
A ese nombre silenciado y esa palabra
que inspira todas las otras palabras
que sí pueden ser pronunciadas por mi voz.
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Enigmático prefacio de un nuevo libro de Margarita Lasala sobre la figura tan de moda Hypatia de Alejandría; en esta ocasión quiere desvelarnos el secreto de la Biblioteca de Alejandría; un sueño para todos nosotros ávidos de conocimiento, sueño emulado hoy con Internet.
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Sipnosis:
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Año 405. El sabio matemático Theón de Alejandría muere mientras duerme. Su hija, la célebre maestra Hypatia, directora de la Biblioteca del Serapeo y de la Escuela de Sabios del Museum recibe una carta póstuma de su padre en la que le desvela la existencia de un secreto transmitido durante cuatro siglos y que afecta a la memoria de la humanidad: Una réplica de la gran Biblioteca magna de Alejandría, destruida siglos antes, se guarda en un lugar que muy pocos conocen, como forma de preservación de todo el saber del mundo hasta ese momento… Apétece leerlo, pues te adelanto unas lineas de la primera parte:
Año 405. El sabio matemático Theón de Alejandría muere mientras duerme. Su hija, la célebre maestra Hypatia, directora de la Biblioteca del Serapeo y de la Escuela de Sabios del Museum recibe una carta póstuma de su padre en la que le desvela la existencia de un secreto transmitido durante cuatro siglos y que afecta a la memoria de la humanidad: Una réplica de la gran Biblioteca magna de Alejandría, destruida siglos antes, se guarda en un lugar que muy pocos conocen, como forma de preservación de todo el saber del mundo hasta ese momento… Apétece leerlo, pues te adelanto unas lineas de la primera parte:
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...—¡¡Theón de Alejandría, vuelve, tu hija te llama, vuelve, no estás muerto, abre los ojos!! Pero el último temblor en la boca de su padre se extinguió por fin sin respiración, mientras Hypatia lanzaba un grito desgarrado dejándose caer sobre él, abrazando su cuerpo inmóvil, blando ya como todo lo abandonado de pasión. Los sirvientes de confianza de la casa habían llegado hasta la alcoba y presenciaban estremecidos la muerte de su señor, el sabio astrónomo y matemático más grande de su tiempo, el hombre al que Alejandría entera le rendía devota admiración y respeto. No se atrevían a mirar a Hypatia, por primera vez abandonada a su sentimiento delante de ellos; todos conocían la predilección mutua que padre e hija se profesaban.
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Theón de Alejandría había volcado en ella toda su pasión por el conocimiento para demostrar, en sus propias palabras, «que existía la perfección, y que ella era Hypatia». Hypatia había sido la gran obra de un sabio como Theón; sin memoria de la madre muerta al alumbrarla a ella, su única referencia sería el padre, que moldeó la inteligencia de su hija en el estudio de las ciencias, la música y la filosofía siendo todavía una niña. Cada día, desde las primeras horas de la mañana, Hypatia dedicaba un tiempo estricto y constante al ejercicio físico, después tomaba baños que relajaban su cuerpo y permitían a su mente que se concentrara en el riguroso estudio de Matemáticas y Astronomía, bajo la dirección de su padre. Cuando contaba quince años, la muchacha ya era célebre por su proverbial inteligencia, haciendo aportaciones asombrosas a la observación de los astros que el propio Theón recogió en sus escritos como director de la Biblioteca del Serapeo. Pero también su belleza era memorable y deseada por muchos hombres que nunca se hubieran atrevido siquiera a insinuar ante el científico la intención de poseer a la joven. Theón de Alejandría protegía a su hija celosamente, y jamás la hubiera entregado a la oscuridad del matrimonio en aquella Alejandría que sólo consideraba a la hembra como dadora de hijos para la familia, sin derecho a la luz de la formación y sin nombre propio. Era demasiado respetado y apreciado por el gobernador y el resto de científicos y académicos de Alejandría, para criticarle sus principios religiosos o la forma de educar a su hija, totalmente aislada de lo habitual para las muchachas, pero la actitud del gran Theón molestaba profundamente a la nobleza imperial. El matemático no participaba de las corrientes cristianas ya imperantes en todo el territorio romano, y mantenía el viejo culto a Serapis, el dios del saber, al que Alejandría había sido consagrada desde que fuera creada, honrando a Alejandro el Grande. Ni siquiera el obispo patriarca de los cristianos y máxima autoridad de Alejandría, se había atrevido a enfrentarse a él ni una sola de las muchas veces en que Theón le había retado a un debate filosófico sobre la verdad, y la razón de ese cristianismo que negaba a las otras concepciones de lo divino arrogándose el poder sobre los hombres. Mientras tanto, Hypatia había heredado la brillantez del padre y aún lo superó a éste por mérito propio, a decir de muchos, en la rapidez de su inteligencia y la agilidad de su verbo. Los otros maestros del Museum, la institución dedicada a la investigación y la enseñanza fundada por Tolomeo, el sucesor de Alejandro Magno como rey de Egipto, se rindieron ante la erudición de esa joven de veinte años, capaz de disertar sin un titubeo sobre el método infinitesimal de Eudoxo, la base filosofal de la Geometría de Platón o el cálculo científico desarrollado por Arquímedes de Siracusa. Hypatia fue admitida para culminar entre ellos los conocimientos de Matemáticas, Geometría y Astronomía, mientras estudiaba también Oratoria, Historia de las religiones y Filosofía, en la misma época en que ya ayudaba a su padre en la catalogación de los rollos más antiguos depositados en la Biblioteca del Serapeo, el templo dedicado a Serapis. Padre e hija sólo se habían separado una vez, por espacio de tres años, el tiempo que Hypatia empleó en la ampliación de sus estudios en Roma y en Atenas. Nadie supo verdaderamente los motivos que llevaron a Theón a alejar a su hija de Alejandría, teniendo que soportar no verla ...
Theón de Alejandría había volcado en ella toda su pasión por el conocimiento para demostrar, en sus propias palabras, «que existía la perfección, y que ella era Hypatia». Hypatia había sido la gran obra de un sabio como Theón; sin memoria de la madre muerta al alumbrarla a ella, su única referencia sería el padre, que moldeó la inteligencia de su hija en el estudio de las ciencias, la música y la filosofía siendo todavía una niña. Cada día, desde las primeras horas de la mañana, Hypatia dedicaba un tiempo estricto y constante al ejercicio físico, después tomaba baños que relajaban su cuerpo y permitían a su mente que se concentrara en el riguroso estudio de Matemáticas y Astronomía, bajo la dirección de su padre. Cuando contaba quince años, la muchacha ya era célebre por su proverbial inteligencia, haciendo aportaciones asombrosas a la observación de los astros que el propio Theón recogió en sus escritos como director de la Biblioteca del Serapeo. Pero también su belleza era memorable y deseada por muchos hombres que nunca se hubieran atrevido siquiera a insinuar ante el científico la intención de poseer a la joven. Theón de Alejandría protegía a su hija celosamente, y jamás la hubiera entregado a la oscuridad del matrimonio en aquella Alejandría que sólo consideraba a la hembra como dadora de hijos para la familia, sin derecho a la luz de la formación y sin nombre propio. Era demasiado respetado y apreciado por el gobernador y el resto de científicos y académicos de Alejandría, para criticarle sus principios religiosos o la forma de educar a su hija, totalmente aislada de lo habitual para las muchachas, pero la actitud del gran Theón molestaba profundamente a la nobleza imperial. El matemático no participaba de las corrientes cristianas ya imperantes en todo el territorio romano, y mantenía el viejo culto a Serapis, el dios del saber, al que Alejandría había sido consagrada desde que fuera creada, honrando a Alejandro el Grande. Ni siquiera el obispo patriarca de los cristianos y máxima autoridad de Alejandría, se había atrevido a enfrentarse a él ni una sola de las muchas veces en que Theón le había retado a un debate filosófico sobre la verdad, y la razón de ese cristianismo que negaba a las otras concepciones de lo divino arrogándose el poder sobre los hombres. Mientras tanto, Hypatia había heredado la brillantez del padre y aún lo superó a éste por mérito propio, a decir de muchos, en la rapidez de su inteligencia y la agilidad de su verbo. Los otros maestros del Museum, la institución dedicada a la investigación y la enseñanza fundada por Tolomeo, el sucesor de Alejandro Magno como rey de Egipto, se rindieron ante la erudición de esa joven de veinte años, capaz de disertar sin un titubeo sobre el método infinitesimal de Eudoxo, la base filosofal de la Geometría de Platón o el cálculo científico desarrollado por Arquímedes de Siracusa. Hypatia fue admitida para culminar entre ellos los conocimientos de Matemáticas, Geometría y Astronomía, mientras estudiaba también Oratoria, Historia de las religiones y Filosofía, en la misma época en que ya ayudaba a su padre en la catalogación de los rollos más antiguos depositados en la Biblioteca del Serapeo, el templo dedicado a Serapis. Padre e hija sólo se habían separado una vez, por espacio de tres años, el tiempo que Hypatia empleó en la ampliación de sus estudios en Roma y en Atenas. Nadie supo verdaderamente los motivos que llevaron a Theón a alejar a su hija de Alejandría, teniendo que soportar no verla ...
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Más sobre Hypatia en:
http://viajeaitacaconmanoli.blogspot.com/2009/02/agora-la-nueva-pelicula-de-amenabar.html
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UN VIDEO que de forma mínima DEBIESE VER UNA PERSONA CULTA .... REALMENTE ES MAGNÍFICO ...
un video en el que Carl Sagan nos contagiará su pasión por el conocimiento desde la inmensa pérdida de sus 700.000 escritos.
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