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por amor a las matemáticas .....

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jueves, 23 de abril de 2009

Ítaca

Ítaca “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias (…)

Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte (…)

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto,
con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.”

(Ítaca, K. Kavafis)

Se despierta a las 4 am, oscura y un poco inquieta. Como si fuera su primer día de clases y temiera enfrentarse a un puñado de jóvenes desconocidos y expectantes ante la profe nueva. Como si el corazón se le apretara su poco al pensar en todo lo que significa comenzar a ser profesora.

Pero ya no es esa profe nueva…ahora le pesan los años y algunas ilusiones –no todas- han quedado en el camino. ¡Cuántas cosas soñaba cuando empezó a recorrer esos rumbos! Pero también cuánto temor de equivocarse y no alcanzar la cercanía con aquellos a quienes buscaba, sus estudiantes. Por esa cercanía se había hecho profesora, por soñar con alcanzarla junto a los jóvenes, tal como su profesora de Historia había hecho con ella.

Por eso aún era profesora, pensaba, sabía. Ahora ya no recordaba qué había sentido el primer día, cómo había sido el entrar a la sala y ver aquellos 15 o 16 rostros mirarla. Solo recordaba las caras expectantes de aquellos niños y niñas, un 7º básico, su primer curso de Historia y de jefatura. Uff, ellos y sus 12 años llenos de movimiento y rebeldía…ella llena de parsimoniosos proyectos por concretar.

Rebelde como había sido en sus propios doce, quince, dieciocho, veintitantos años, creía que lidiar con la rebeldía de ellos no iba a ser difícil…pero se equivocaba…criada en otros años y otras urgencias, ahora se le aparecían vacías sus quejas –las de ellos- escasas sus razones, ausentes sus grandes causas. Pensó que se había equivocado. Que mejor hubiera sido la sociología para aquellos anhelos que la perseguían, para calmar aquellas urgencias poderosas que sentía le agarrotaban el cuerpo y el alma. ¿Qué diablos podía hacer allí, en medio de esas caras que esperaban todo y nada de ella?

Pero ¿Cómo reconocer su derrota aún antes de dar la pelea de verdad? Sin decidirlo, siguió un día, y otro, y otros. A ratos volvía a sentir la desazón de las miradas incomprendidas, de ella y de ellos. A ratos sus ojos se conectaban con un mundo en llamas dentro de sus frágiles cuerpos y parecía que valía la pena estar allí, aunque fuera sólo para eso, para que sus miradas no cayeran en el vacío de un adulto ajeno y distante.

Comenzó a disfrutar de sus dudas -las de sus alumnos-, de sus rebeldías con y sin causa, de su compañía –la historia y la geografía relegada a un segundo o tercer lugar- y a pensar que quizá los tiempo no eran ya los de las grandes cruzadas pero bien valía el cruzar las miradas y recibir la calidez como respuesta. Por caminos diversos su vida se iba llenando de tristeza y preocupaciones, pero entraba a la sala y el lastre de todas aquellas penas quedaba afuera.

Allí era otra, allí su dolor dolía menos porque no era nada frente a los dolores y alegrías de aquellos que le confiaban, allí sentía que podía hacer algo por alguien…como si en ese hacer estuviera pagando la deuda de gratitud hacia quienes le habían insuflado la vida cuando se marchitaba en la intrascendente adolescencia y en la impotencia de su hogareño abandono.

Algo por alguien…alguien había hecho algo, mucho, por ella y eso la había marcado para siempre. Ella quería –soñaba- hacer eso, aunque fuera en su imperfecta y limitada manera de ser. Una profe. Una profe como aquella que le había “salvado” la vida. Son las 6 am. Comienza a aclararse su ventana. Pero ella sigue oscura. No sabe dónde quedó tanto ímpetu e ilusiones. Si acaso fueron los años o los golpes. No sabe. Quisiera saber. Quisiera saber cuándo volverá a su destino. Quisiera saber cuándo volverá a hacer algo…por alguien.

Claudia Drago
http://peuma.unblog.fr/2009/04/20/itaca/

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