La semana pasada el Senado aprobó el texto de la Ley General de Educación, en medio de protestas de profesores y el peso del acuerdo al que meses atrás habían llegado el gobierno y la derecha respecto al tema. Esta aprobación no incluyó aquella letra g del art. 46 que habilitaba a cualquier profesional con 8 o más semestres de carrera universitaria para hacer clases en Enseñanza Media, no obstante lo cual, obviamente pasaron muchos aspectos que han despertado el rechazo de parte importante de los profesores y expertos en educación -como el lucro privado con dineros públicos, financiamiento compartido, el derecho a la educación, entre otros-.
En medio de la “derrota” que significó la aprobación de la LGE -consensuada entre cuatro paredes entre gobierno y derecha- parecía que este era un triunfo pírrico, pero triunfo al fin, para los profesores. Sin embargo, en el último trámite constitucional en la Cámara de Diputados que debía votar definitivamente lo aprobado por el Senado, se aprobó todo menos aquel rechazo a la letra g del artículo 46 . Qué significa esto en palabras simples: que el gobierno y la derecha quieren reestablecer dicho artículo, ya que argumentan que es parte del acuerdo por ellos firmado anteriormente. Ahora se debe dilucidar dicho rechazo o aprobación en una comisión mixta (integrada por miembros de la Cámara de Diputados y del Senado) para luego ser votado nuevamente en abril.
Más allá de los vaivenes legislativos y los descontestos de unos o de otros, el tema de la formación pedagógica sigue siendo un tema profundamente importante y complejo. Aunque estemos o no de acuerdo con que se apruebe el que profesionales no docentes hagan clases en media, no podemos dejar de pensar que si ello ocurre y surge como idea es porque algo está pasando con la formación docente y con el trabajo de los profesores y profesoras y no podemos pensar simplemente que responde a una “conspiración malévola” de unos pocos o a una opción lógica de un sistema económico liberal y desigual.
El tema es mucho más complejo. Como dijo un amigo, lo esencial parece ser preguntarse por qué “la formacion de profesores , tal y como es entendida hoy en dia, NO ES esencial para hacer clases”. ¿Qué ocurre en las facultades de educación, qué se enseña a los futuros docentes, cuánto ha cambiado la educación -en realidad el mundo y la vida completa- y qué es ser un buen o buena profesora hoy día? parecen ser preguntas que no se responden con una ley. El que pueda parecer superfluo o no para algunos el tener un título de profesor es algo que nos debe mover a pensar y cuestionarnos como profesores más allá de que confiemos profundamente aún en el valor de serlo.
Claudia Drago
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