Un gran lienzo de fondo, dos colgados del techo y uno en cada lateral son los cinco óleos que, dispuestos de esta manera, forman las cuatro caras de el cubo abierto (1966). Esta gran instalación obedece a un montaje ideado por el propio Matta con el pensamiento de que el espectador, al situarse frente a la obra, tuviese la sensación de entrar en la pintura.
Matta (1911-2002) pretendía crear con su cubo abierto una nueva obra que no respondiera
a las perspectivas clásicas. Obsesionado con la importancia del espacio, reflexiona en torno a la cuarta dimensión y concluye que una de las maneras de representarla es incluyendo al espectador en la obra, convirtiéndolo en protagonista.
Los cinco óleos de gran tamaño en los que las múltiples líneas de fuga rompen la perspectiva se refieren a los ámbitos del espectador: a un lado la tierra, en el lado opuesto el cielo o cosmos, un tercer lienzo es el pasado, en oposición al futuro y, finalmente, dos últimos lienzos representantes de las fuerzas. En el centro de la obra aparece el espectador, personaje esencial para dotar de significado al conjunto.
Matta se consideraba un artista maldito, perturbador de conciencias, y como tal su afán por educar y conmover exige de la participación del espectador, quiere provocar reflexión.
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