Esta semana una nueva manera de comunicar o publicitar los resultados de la prueba SIMCE a través de lo que llamó Mapas sobre los resultados SIMCE por comuna para padres y apoderados/as. Habría que partir por señalarle al ministro que lo que él llamó mapa en realidad corresponde a un plano, pues los mapas representan geográficamente una parte de la superficie terrestre a escala sobre una superficie plana, en cambio, los planos muestran una representación esquemática de una pequeña zona o área, por ejemplo, un conjunto de líneas del metro de la ciudad, una población, una casa, etc. Y ya que estamos hablando del tema, no está de más decir que esa diferencia entre plano y mapa es una pregunta SIMCE que la mayoría de los escolares de 4º básico podrían haber contestado adecuadamente. Pero vamos al fondo del asunto.
Veamos lo que señala la página del MINEDUC:
“El mapa (sic) indicará la ubicación de todos los colegios de la comuna correspondiente y, en base a colores, los resultados de la prueba Simce. Se asignarán puntos rojos a los colegios que estén bajo el promedio nacional, puntos amarillos a los que estén en el promedio y puntos verdes a los establecimientos que se encuentren sobre el promedio nacional.” De acuerdo a la misma fuente, con ello se busca que los padres y apoderados se informen y “analicen el mapa de su comuna y tomen las mejores decisiones para sus hijos en materia de educación (…) Queremos que las familias se involucren. Sin las familias preocupadas, nunca vamos a mejorar la calidad de la educación en Chile. Queremos que los papás y las mamás comparen el colegio de sus hijos con los demás porque es el futuro de sus hijos el que está en juego.”(el destacado es mío).
En una primera mirada varias preguntas surgen del análisis de esta noticia. Por ejemplo, ¿se considerará en este plano las diferencias de nivel socioeconómico de las escuelas clasificadas con dichos puntos de colores? es decir, al considerar los puntajes sobre, en y bajo el promedio ¿se explicará que no se puede comparar escuelas que atienden estudiantes de nivel socioeconómico bajo con aquellas que atienden de NSE medio o alto? Por otra parte, sabemos que hoy, como dice el dicho, una imagen vale más que mil palabras ¿Qué imagen puede interpretarse de escuelas etiquetadas con puntos rojos? ¿Peligro, enfermedad, catástrofe, huyamos pronto?
Si hasta hace un tiempo se discutió acaloradamente tanto al interior como al exterior del MINEDUC respecto de la clasificación que hacía este de “escuelas críticas” para referirse a aquellas que, por sus bajos resultados SIMCE, requerían inversión y asesoría especial, y se creó el nombre menos cargado negativamente de “escuelas prioritarias” ¿ahora nos encontraremos de golpe y porrazo con escuelas rojas y amarillas? ¿Veremos en el plazo de unos años surgir verdaderos “barrios rojos” -sin duda, no como los de Amsterdam o Hamburgo- pero cargados nuevamente de connotaciones negativas y discriminatorias?
¿Acaso ya no basta con las etiquetas de barrios conflictivos, delincuenciales, hogar del narcotráfico, etc. que diariamente difunden los medios de comunicación al referirse a ciertos sectores pobres de nuestra ciudad para que además el MINEDUC santifique dicha estigmatización con nuevos – y poco reflexivos- indicadores? Porque, para que estamos con cosas, toda la evidencia recogida y estudiada hasta hoy día nos muestra que en nuestro país los resultados educacionales medidos por pruebas estandarizadas como SIMCE o PSU[3] se corresponden directamente con el nivel socioeconómico de quienes las rinden, diferencias que incluso se reproducen dentro de una misma comuna ¿nos sorprenderemos y horrorizaremos después de ver comunas y sectores con gran abundancia de puntos rojos frente a otras comunas donde abundan los puntos verdes?
¿Cuánto tiempo demorarán en aparecer los rankings de escuelas verdes, amarillas y rojas? ¿En cuánto tiempo veremos conversar – y ofenderse o sentirse ofendidos- a los niños y padres acerca de su/tu escuela “roja, amarilla o verde”? ¿Qué significará considerarse – o ser considerado- un “profesor/a de escuela roja”?
Considerando además que no hay que ser experto en estadística para darse cuenta que cuando se calculan promedios siempre habrá un grupo sobre el promedio, otro alrededor del promedio y un tercero bajo el promedio ¿qué pasará con aquellas escuelas que aún mejorando sus puntajes significativamente sigan estando bajo el promedio, simplemente porque el promedio se elevó?¿Seguirán siendo “escuelas rojas” pese a haber mejorado en relación a sí mismas?
¿Cómo se reflejará el valor agregado que una escuela le otorga a su trabajo con niños y niñas que parten en condiciones desmejoradas y con bajo capital cultural, si solo se reflejarán en el mentado mapa los puntajes en relación al promedio nacional?
Como hemos señalado en varias oportunidades acerca de la omnipresencia y omnipotencia que los resultados del SIMCE han adquirido en la educación chilena, transformándose en la casi única medida de la calidad de la educación y en la vara más importante para clasificar y otorgar categorías -Ley SEP- de escuelas autónomas, emergentes y en recuperación, ahora vemos un paso más en este camino. Un paso que, en cualquier caso, es absolutamente coherente con el sistema de educación subvencionada impuesto en nuestro país hace ya casi 30 años, sistema de vouchers y subvención a la demanda que basa su eficacia en contar con clientes (los padres y apoderados) informados y, por ello, capaces de tomar las mejores decisiones en un mercado educativo abierto donde cada padre y madre votaría “con los pies” (expresión que usa el Banco Mundial) llevando sus hijos/as de un “mal colegio”, es decir, con bajos resultados en el SIMCE, a un “buen colegio” con alto puntaje SIMCE. Al respecto, hay que considerar la existencia de estudios y evidencia que han mostrado que en nuestro país la gente considera una gran cantidad de factores para trasladar a sus hijos/as de un colegio a otro –costo de la matrícula, cercanía geográfica, afinidad familiar anterior, proyecto educativo religioso, entre otros- antes que los resultados SIMCE. Seguramente esta nueva idea busca remediar esta “distorsión” del mercado educativo.
Pero ¿Cómo mejorará esta iniciativa la calidad de la educación?
Y todo esto sin entrar a cuestionar aquí el carácter y sentido de esta famosa prueba estandarizada, es decir, tratando de pensar dentro de la misma lógica con que funcionan nuestros creadores de políticas educativas. Aún haciendo ese titánico esfuerzo, son demasiadas las preguntas.
Claudia Drago!
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