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jueves, 17 de enero de 2013

el año que se nos fue ....


Por Claudio Gutiérrez, académico Depto. Ciencias de la Computación, FCFM, Universidad de Chile.
En el año 2012 coincidieron tres aniversarios relevantes para la Ciencia de la Computación e Informática: 100 años del nacimiento de quien puede considerarse el creador de la disciplina, Alan Turing; 50 años de la llegada a Chile del primer computador universitario, el famoso “Lorenzo”; y 25 años de la conexión de Chile, vía el dominio .CL, a Internet. Tres aniversarios significativos que señalan etapas locales de un cambio de época.
Partamos por Alan Turing, el genio inglés que a sus 23 años “creó” la disciplina. Pongo creó entre comillas, pues la ciencia es un asunto colectivo y social. Cada científico depende de otros y de su medio. Lavoisier es parte de una época junto a Priestley y Cavendish; las ideas de Wallace y Darwin son muy similares; Einstein, Poincaré, Minkowski, cualquiera pudiera haber sido quien marcara la nueva física. Los “padres fundadores” son más bien construcciones a posteriori, resultado de la necesidad pedagógica/política de marcar un punto de quiebre, un momento. Turing también tuvo buena compañía: Gödel, Herbrand, Church, Kleene, Rosser, Post, entre otros. El “detalle” que diferencia a Turing del resto es que fue el primero que se dio cuenta de los alcances de un computador como máquina universal.
La esencia de la computación (o informática) no se reduce a la computabilidad matemática, o al procesamiento de datos, o a la automatización. Se refiere a la universalidad detrás de todos esos procesos, y Turing fue el primero que lo notó. El intento por mecanizar los cálculos matemáticos y el desarrollo de procedimientos (algoritmos) para simplificarlos y hacerlos posibles es antiguo. El algoritmo de Euclides, que todo lector usa cuando divide dos números, tiene aproximadamente veinte siglos. Un compatriota nuestro (olvidado pues no era militar ni gustaba de codearse con la elite) desarrolló por allá en 1860 un algoritmo ingeniosísimo para dividir números que le valió reconocimiento mundial. De antiguo conocemos métodos para resolver ecuaciones cuadráticas, para calcular derivadas e integrales, etc. También desde antiguo los administradores en todas las latitudes han desarrollado métodos semiautomáticos para procesar la información. Desde los quipus de nuestros vecinos incas, hasta las máquinas tabuladoras, ordenadoras, que se usaban mucho antes de los computadores. Finalmente, también desde hace mucho tiempo se habían desarrollado procedimientos “automáticos” para realizar determinadas labores. Piénsese por ejemplo en el mecanismo del agua de un WC, en un simple reloj mecánico, o el mecanismo general de un automóvil. Quienes los diseñaron y manejaron pueden considerarse de alguna manera “programadores”, esto es, personas que especificaron “instrucciones” para que un mecanismo hiciera automáticamente lo que ellos querían.
La genialidad de Turing consiste en haber divisado tras estos muy diversos grupos de fenómenos una universalidad. La ciencia consiste en capturar la universalidad, la generalidad, tras un grupo de fenómenos dispersos. Galileo, Lavoiser, Darwin, Lyell, hicieron exactamente eso: aunar un conjunto de fenómenos dispersos en una concepción general. En un famoso trabajo escrito en 1936, cuando tenía 23 años, Turing presenta por primera vez las bases de lo que conformará la computación moderna. Sus contribuciones podemos sintetizarlas así:
1.    El análisis abstracto (que por su precisión puede considerarse una formalización matemática) de la noción de procedimiento mecánico que está detrás la noción de “automatización”, ya sea del cálculo, del procesamiento de información, de diseño mecánico, etc. Turing mostró convincentemente que todas ellas pueden reducirse a operaciones elementales, y a un formalismo matemático único, conocido hoy como “máquina de Turing”.
2.    La demostración rigurosa de que ese mecanismo universal ideal (“máquina de Turing”) es equivalente a diversos formalismos que otros matemáticos habían creado para definir el universo de lo que es posible calcular en el mundo de las matemáticas (técnicamente conocidos como funciones recursivas).
3.    La noción de “máquina universal” que es capaz de simular cualquier otra máquina. Esto dio pie a la noción de computador y la noción de lenguaje de programación, esto es, una máquina universal (un computador de esos que compramos en una tienda) y un lenguaje dedicado (no lo venden en las tiendas) que sirve para “instruir” a esa máquina para hacer (casi) cualquier cosa.
Dejemos hasta aquí a Turing. No era fácil entender lo que Turing divisó el año 1936. Pocos lo entendieron en su época. Su trágica vida lo muestra. Su máquina universal, en la forma de un computador electrónico, fue construído a mediados del siglo XX y muchos siguieron viéndolo simplemente como una máquina más, que calculaba bien, o que facilitaba el procesamiento de datos, o que servía para automatizar operaciones mecánicas. Veían el perro, pero no el animal; el agua, pero no el elemento químico; el motor, pero no la energía. Entender la profundidad del planteamiento de Turing es aún un desafío.
En 1962, hace 50 años, llegó a Chile el primer computador que llamaría la atención del medio cultural en Chile, un Lorenz ER-56 (curiosamente el año 1961 había llegado a Chile el primer computador a la Aduana en Valparaíso, pero pasó completamente inadvertido como una máquina más –más rápida y eficiente– para procesar información aduanera). El “Lorenzo” tuvo mejor suerte gracias a un pequeño grupo académico que entendía su esencia y que tenía buena llegada al mundo universitario y de la cultura. La prensa lo calificó como “cerebro electrónico”, y se hablaba de la “nueva era” que abriría esta curiosa máquina. Podemos ver aquí los comienzos de la percepción en el imaginario nacional de la revolución que había vislumbrado Turing en 1936. Pero, como Turing, nuestros pioneros, también fueron incomprendidos. Propusieron crear una carrera para seguir estos estudios, y departamentos académicos para estudiar la nueva ciencia. “Luego nos pedirán un departamento para estudiar máquinas de tejer” replicaban los miopes del momento. Así el avance fue lento y difícil. Conicyt, la organización nacional de la Ciencia en Chile, seguía viendo hasta hace poco a quienes se dedican a la Computación como “gásfiters” de estas extrañas máquinas. Y hasta hoy la Ciencia universal de Turing nunca ha sido prioridad para ningún gobierno ni agencia científica chilena. Siguen viendo sólo máquinas dedicadas que ayudan a automatizar ciertos aspectos de sus actividades tradicionales.
Hace 25 años, los alumnos de esos pioneros del Lorenzo trajeron Internet a Chile. Vieron no el computador aislado, sino que la red universal de computadores, el “cerebro electrónico mundial”, podríamos decir parafraseando a la prensa de los ‘60. Lo que ellos vislumbraban que sería una nueva revolución en la economía, la sociabilidad y el tratamiento de la información, pasó también relativamente inadvertido y sólo fue visto como una “vitrina” virtual por algunas compañías. No hemos avanzado mucho: en pocos días más (¡estamos en el año 2013!) autoridades, parlamentarios y ciertos científicos se reunen a discutir el “futuro” científico-tecnológico de Chile, un curioso futuro donde brilla por su ausencia la más grande transformación del último medio siglo.
Es bueno que las nuevas generaciones entiendan, aunque sea casi un siglo después, los fundamentos y alcances de la revolución que desencadenó Turing, la importancia de aclimatarla en Chile que vislumbraron los pioneros del “Lorenzo” hace 50 años, y su extensión masiva a toda la sociedad que abrieron los pioneros de Internet en Chile hace 25 años. A nuestros jóvenes les enseñan en educación media la universalidad de los fenómenos materiales y vivos en sendas clases de física, química y biología. Sin embargo, la universalidad de los procedimientos, de las capacidades y alcances del hacer, esto es, el legado de Turing, la ciencia que produjo la gran revolución tecnológica de fines del siglo XX, no se enseña en nuestros colegios. Da para pensar lo “cerca” que estamos del desarrollo, ¿no?

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