Más horas de Matemática: sí, pero para pensar la clase
Por Roberto Vidal C.
Director Pedagogía en Matemática
Universidad Alberto Hurtado
En los últimos días hemos venido enterándonos por la prensa acerca de las nuevas
medidas que el Ministerio de Educación pretende ejecutar para dar inicio a la que han
caracterizado como “la reforma más grande en educación”. Además de todo lo que se pueda
decir o comentar respecto de ellas y de su imposición (pues hay elementos que claramente no
han pasado por consultas especializadas), quisiera enfocarme en el polémico tema de “horas
más, horas menos” y de la insuficiencia de esta medida en particular.
Hablando desde mi especialidad, la Educación Matemática, debería estar muy feliz por
aquella cantidad de horas que se agregan al currículum escolar, puesto que tendríamos una
dedicación horaria de nuestros estudiantes muy similar a la de los países que ahora está de
moda mirar, tales como Singapur o Finlandia, en cuanto a sus excelentes resultados en
Matemáticas. Sin embargo, el tema no es tan simple y por lo demás, permítaseme decirlo, no
por aumentar horas de matemáticas, se deben disminuir en otras áreas tan importantes como
Ciencias Sociales, pues se desfavorece el sentido de educación integral de la formación
escolar.
En lo que se refiere a las matemáticas, si se desea que estas horas realmente reflejen
un aumento en el desarrollo del pensamiento matemático, una variable muy importante no
considerada, es el tiempo que en las instituciones tienen los docentes para preparar sus
clases. Pueden darse muchos cursos de perfeccionamiento docente, aumentar las horas de
matemáticas al triple, pero mientras los profesores no dispongan de horas que les permitan
sentarse a planear sus prácticas, los tipos de ejercicios y problemas, la búsqueda de
información para mejorar sus guías y materiales de apoyo, para repensar sus evaluaciones,
para intercambiar experiencias entre colegas, entre otros espacios necesarios, ninguna medida
cuantitativa por sí sola tendrá efecto.
Puede suceder sí, en el mejor de los casos, que se avance en los logros del SIMCE o
de la PSU. Pero no olvidemos que una cosa es el entrenamiento y mecanización, donde se
dice algo así como: “mire, Usted para resolver esto debe hacer tal o cual operación
matemática…”, y lograr puntajes altos en pruebas estandarizadas, haciendo de los estudiantes,
personas muy aventajadas en rutinas, pero sin desarrollar su razonamiento. Para ser más
claro, metafóricamente, es como cantar en inglés, con una fonética impresionante, pero sin
saber lo que dice la canción.
Ahora bien, no sólo depende el éxito de dar más horas de preparación de clases a los
profesores en el aula. Esto va a la par con un cambio de prioridades en lo que los
coordinadores académicos, jefes de Unidades Técnico Pedagógicas y directores conciban
como equipo. ¿Cuántas de las planificaciones que se hacen en el mes de enero quedan
archivadas en un cajón?, o ¿Cómo son utilizadas para masacrar a un profesor que en la clase
6 se atrasa y va en la 4?, bajo una concepción netamente estática del acto de planificar. La
rapidez con que se pide elaborar las planificaciones, además, conlleva a la copia fiel de los
programas en muchos establecimientos sin poder apropiarlos, discutirlos y por qué no,
criticarlos.
Esta mirada propone concebir al profesor como un investigador de sus propias
prácticas y en continuo perfeccionamiento, pero se ha malentendido considerándolo a nivel
técnico, con capacitaciones puntuales, imponiéndole lo que debe hacer. Muestra de ello son los
textos nuevos del Método Singapur, donde una vez más traemos algo externo. Si se
desarrollaran espacios como al que hago referencia, donde el profesor puede disponer de
tiempo suficiente para “pensar su clase”, apoyado por equipos de especialistas de una
institución que investiga en formación de profesores de matemáticas (en este caso particular),
con el propósito de acompañar y dejar instalado un modo de hacer, desde las necesidades y
características locales, desde los propios profesores, con sus fortalezas y debilidades, creo, se
llegaría a una apropiación interna y no externa o extranjera, puesta a fuerza y que insisto,
quedará relegada a un acto de entrenamiento, pero no de sabiduría en nuestros profesores y
por cierto, en las futuras generaciones. En resumen, más horas, sí, pero para “pensar la
clase”, lo que no requiere quitar clases a otras áreas.
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