En cierto sentido puede decirse que la naturaleza no se equivoca. Pero su perfección tal vez no se deba a un diseño superior que así lo ordena sino, simplemente, a que si la vida busca, en esencia, sobrevivir y mantenerse, y en su código se encuentran los recursos para conseguir esto, se genera una lógica en que las adaptaciones parecen desarrollarse a modo y encajar en un mundo que no estaba preparada para recibirla y sin embargo la acoge.
En esta lógica evolutiva hasta el más mínimo elemento de un ser vivo parece tener un sentido propio, cuidadosamente planeado en función del resto y del todo. Y el pene humano no es la excepción.
Aunque suene increíble, solo en años recientes se ha comenzado a estudiar con detalle esta parte importantísima del cuerpo masculino y vital para nuestra especie. En particular llama la atención que su aspecto difiera de nuestros parientes evolutivos más próximos —lo cual, siguiendo el razonamiento anterior expuesto, debe tener su razón de ser. Por ejemplo, el pene humano crece mucho más durante una erección que el de cualquier otro primate; asimismo, el miembro masculino posee un glande en forma de hongo y con un frenillo que lo conecta a su eje, de lo cual carecen otros animales.
Gordon Gallup, psicólogo evolucionista de la Universidad Estatal de Nueva York, es uno de los científicos que destacan en el estudio del pene humano y sobre todo en las causas naturales detrás de estas y otras diferencias. “¿Por qué es así?” y “¿Eso para qué sirve?” son sus preguntas guía.
Gallup ha descubierto que en esta historia, previsiblemente, mucho tiene que ver la vagina de las hembras humanas. Al parecer el diseño del pene está orientado a llenar completamente el tracto vaginal cuando erecto (en su tamaño máximo puede alcanzar el cérvix femenino y levantar el útero) y, con la potencia de su eyaculación (con una fuerza que podría llevar el semen hasta 60 cm de altura), liberar tanto esperma como sea posible en la vagina y al mismo tiempo expandir esta lo suficiente como para desplazar el semen de otros posibles machos.
Esta última función de la que, solo por esto, bien podría considerarse una herramienta, es el elemento más interesante y novedoso en la propuesta de Gallup, para quien la combinación del empuje y la cresta coronal resultan en un barrido que busca expulsar el esperma ajeno.
Curiosamente, Gallup sugiere que esta particularidad anatómica y fisiológica tiene consecuencias en el comportamiento sexual real, actual, de personas comunes y corrientes.
Uno de sus estudios consistió en investigar la manera en que los hombres realizan el coito basados en la suposición de fidelidad o infidelidad de su pareja femenina. Según una encuesta realizada entre estudiantes universitarios, los hombres que sospechaban de la infidelidad de la mujer con quien copulaban tendían a empujar su pene más profundo y más rápido. Por otro lado, parejas que alguna vez iniciaron juntos su vida sexual y se reunieron tiempo después, emprendieron la cópula con vigor. En ambos casos la hipótesis es que inconsciente o conscientemente los hombres buscan combatir la posibilidad de que sus parejas hayan tenido durante su ausencia sexo con otros hombres.
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